Dulce resignación
Si no te has dado cuenta de lo poco
que me resta, y de lo mucho que me queda en tu abrigo, entonces no hace falta
regalarte las mil lunas de una noche, no me queda más remedio que dejar pasar
el aire y ver como te calas en mi vida; no me faltan más palabras que las pocas
que, de ti, mi boca ha aprendido.
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